E teniendo la infanta los ojos, vio venir grandes poderes,
e dixo al conde, ‘Muertos somos, ¡mal pecado!,
ca haevos aquí los poderes del rey don Sancho mi hermano.’
E el conde tendió los ojos e fue los poderes devisando,
e conoçió los poderes e fue muy ledo e muy pagado,
e dixo a la infanta, ‘Esta es Castilla, que me suele besar la mano.’
E la infanta paró las cuestas,
e cavalgó muy privado en la mula del açipreste el conde,
e de pie iva la infanta,
e salió del monte privado.
E quando lo vieron los castellanos, todos se maravillaron,
mas nol’ besaron la mano nin señor nol’ llamaron,
ca avían fecho omenaje a una piedra que traxieran en el carro,
que traían por señor fasta que fallaron al conde.
E tornaron la piedra a senblança al Monte de Oca,
al logar donde la sacaron,
e todos al conde por señor le besaron la mano.
E este conde Fernand Gonçález, después que en Castilla fue alçado,
mató al rey don Sancho Ordóñez de Navarra,
e él fuera en degollarlo con su mano.
E non quería obedeçer el conde a moro nin cristiano,
e enbiól’ dezir al rey de León, fijo de don Suero de Caso,
don Alfonso avía por nonbre.
El rey enbió al conde enplazarlo,
que le veniesse a vistas, e fue el conde muy pagado.
Cavalgó el conde commo omne tan loçano,
e a los treinta días contados fue el conde al plazo,
e el plazo fue en Saldaña.
E començóle él a preguntarlo,
‘E yo maravillado me fago, conde, cómmo sodes osado,
de non me venir a mis cortes nin me besar la mano,
ca siempre fue Castilla de León tributario,
ca León es regno e Castilla es condado.’
Essas oras dixo el conde, ‘Mucho andades en vano,
vós estades sobre buena mula gruessa e yo sobre buen cavallo.
Porque vos yo sofrí me fago mucho maravillado,
en aver señor Castilla e pedirle vós tributario.’
Essas oras dixo el rey, ‘En las cortes será juzgado,
si obedeçerme devedes, si non fincatvos en salvo.’
Essas oras dixo el conde, ‘Lleguemos í privado.’
En León son las cortes, llegó el conde loçano,
un cavallo lieva preçiado e un azor en la mano.
E conprógelo el rey por aver monedado,
en treinta e çinco mill maravedís fue el cavallo e el azor apreçiado.
Al gallarín ge lo vendió el conde, que ge lo pagasse a día de plazo.